Son muchos los discursos que promueven la felicidad como un estado supremo. En el último tiempo ha ocurrido una fusión de la salud con lo religioso o espiritual.

"eSTAR MEJOR"

No es infrecuente escuchar un consejo que te va a ayudar a “estar mejor”. A nivel social, después de la pandemia, la enfermedad ha sido ampliamente representada como algo negativo. Y la lógica de bienestar y malestar se ha polarizado. En una esquina tenemos la salud y en la otra la enfermedad.

Las emociones placenteras se tornan mucho más coherentes en un marco de salud y las displacenteras en la enfermedad. Está ilusión o fenómeno psicosocial, ha dañado profundamente la cohesión de nuestra especie.

La resiliencia, parece más bien un fenómeno, digno de celebrar como si se tratase de una capacidad sobrehumana. 

La resilencia

Lo cierto es que la resiliencia, es desde el punto de vista biológico, una condición básica para la perpetuación de la especie.

La resiliencia es la capacidad transformadora de lo doloroso, en un significado profundo que nos impulsa a seguir viviendo, con motivación y sentido de vida.

Es ese elemento que sana, pero que sobre todo transforma al hombre. Sin embargo, pareciera que todo nos empuja a buscar otro norte, que tiene que ver con los estados de bienestar.

“La felicidad”. Tan anhelada, y cuestionada a la vez. Efímera, y por ello fugaz, por esta razón, es interesante cuestionar a que aspiramos cuando intentamos “estar bien”. 

Entendiendo nuestras emociones

Desde donde nos posicionamos es sumamente importante comprender lo que podemos construir o no. Que tanto de ilusión hay en nuestras expectativas.

El dolor y el placer, el yin y el yan, el bien y el mal, la felicidad y la desgracia. Agrupamos y sentimos en dualidad. Sin embargo, intentamos posicionarnos en una sola vereda. Parece un error lógico, pero no lo es.

Tiene una explicación y es que siempre tendemos hacia el placer, hacia el alcance, la satisfacción y es que somos seres de apego, desapegarse es poco natural. Sin embargo, es el lugar que nos ayuda a construir. Es decir, ¿si nos educamos en el dolor, podemos ser más resilientes? Definitivamente no.

Explicar como el ser humano se vuelve resiliente, implicaría tratar de explicar fenómenos tan profundos, como la belleza. Pero sin duda, que el situarnos en espacios de dolor, nos permite habitar nuestra esencial dualidad.

Los budistas lo llaman, equilibrio. El equilibrio no es un estado de bienestar. No es estar feliz, el equilibrio es un estado de compensación, sujeto al cambio, eso nos dicen los libros.

En mi experiencia, para entender lo que es el equilibrio y los estados de conciencia que nos entregan información relevante sobre nosotros mismos y los demás, tenemos que aprender a crear nuestro propio relato mental. Llegar a esos momentos de lucidez donde encontramos respuestas a nuestras vivencias, traumas, alegrías, emociones, a nuestra vida hasta ese momento en que nos detenemos a mirarla.

Silenciar, todas esos voces que te dicen como es el mundo y como eres tú, escuchar los mensajes que cada uno lleva consigo en su voz interna. En ingles significa “insight”, o conocimiento. 

Te sugiero comenzar a practicar ejercicios de Mindfullnes, te ayudarán a encontrar esos secretos. 

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